Aunque dejé registro en este blog de todas y cada una de las partes que integran el mural, ahora que ya está terminado, para despedirme quiero sumar la última imagen de este trabajo. Una vista “panorámica” de las cuatro paredes con el dibujo completo, en foto y en video. Espero de todo corazón que Nehuén sea muy feliz en su dormitorio nuevo y que se apropie de cada trazo que le regalé. Ahora, el mural es parte de su universo personal. Y yo me siento feliz de compartir con él un pedacito de ese maravilloso mundo.
Y ahora sí, llegamos a la última acción de pintura del mural (lo que no significa que el mural esté terminado, porque aún quedan varias sorpresas). Se trata del detalle final del cielo nocturno: la luna y las estrellas. Desde que la descubrió, Nehuén está fascinado por la luna (la de verdad) así que me pareció que no podía faltar una media luna en su mural, justo encima de la cuna, para que pueda verla todas las noches antes de quedarse dormido. Acompañando a la luna, están las estrellas. Muchas, muchas estrellas de distintos tamaños e intensidades. Incluso, sobre el tapa rollo de la ventana, se encuentra una constelación muy particular. Es que seis de las ovejitas nacidas de las burbujas de los chicos, luego de conciliar el sueño del niño, suben nuevamente al cielo para convertirse en estrellas. He ahí la clave de sus nombres… Y una nueva historia para contar antes de irse a dormir. Nota del Autor: La idea original era agregar a esta luna y las estrellas un poco de pintura fosforescente para que se “encendieran” en la oscuridad. El plan sigue vigente pero estamos a la espera de conseguir la mencionada pintura así que por ahora –como diría Nehuén- las estrellas están “sin pilas”.
Última etapa en la pared izquierda: llegó el tiempo de pintar las margaritas. Sobre el borde inferior de dicha pared, en un primer plano, se encuentra una suerte de matorral florecido con margaritas.El proceso de pintura se desarrolló básicamente en tres pasos. Primero pinté un fondo verde (oscuro), demarcando la silueta con hojas. Luego “planté” la base de las flores (sus pétalos), unas en color blanco y otras en color amarillo clarito. Finalmente hice los centros de las flores en un amarillo “oro” con un pequeño reborde en bordó oscuro a modo de sombra. Aproveché la pintura para esparcir algunas cuantas margaritas en el campo ubicado detrás de los personajes (en la parte superior derecha) para “alegrar” un poquito más esa zona del dibujo. Un detalle para destacar en la pared del fondo, donde, junto a la puerta, continúa el matorral de la pared izquierda. Allí puse un caracol posado sobre una hoja. Nada del otro mundo pero es un detalle simpático y llamativo, ya que está ubicado justo arriba del interruptor de la luz.
Sobre la pared de la izquierda se encuentra otra pareja de niños, en este caso una nena y un nene más chico jugando con burbujas de jabón. En realidad son unas burbujas “mágicas”, ya que al elevarse hacia el cielo, se convierten en ovejitas.Otra particularidad de estos niños es que (si se fijan bien lo van a notar) el nene que maneja el triciclo en la pared de enfrente, aquí está en una versión de menor edad, mientras que la niña que en esta pared está haciendo las burbujas, es la misma –pero más joven- que está sentada en el asiento trasero del triciclo. Pero bueno, mejor dejemos de lado estos detalles y pasemos a describir el proceso de pintura.Como en el caso anterior, lo primero es la base rosa claro para la piel de los nenes. Después pasé a la ropa. Naranja para la remera del nene… …y lila para el vestido de la nena. El vaso y la boquilla los pinté en la gama del azul con claritos celestes. Dentro del mismo color pero en un tono más oscuro, pinté el pantaloncito del nene. Para los cabellos de ambos personajes realicé el mismo procedimiento que en las figuras anteriores: marrón de base y vetas en negro y ocre. Un detalle importante (diría ¡fundamental!): Las burbujas. Difícil hacerlas visibles siendo que básicamente son transparentes y encima están ubicadas sobre un fondo blanco. ¿Solución? Un poco de azul claro para darles la forma y en el interior apenas un poco de color bien aguado. Por último, unos cuantos detalles aquí y allá (la boca del nene, los elementos de las caras, sombras y luces en algunos lugares) y listo. Dos niños felices (tres, contando al destinatario del dibujo) en plena faena creativa.
La pared de la derecha tiene como motivo central una pareja de chicos andando en triciclo. La presencia de estos niños inmersos en esa acción indica que ése sector es el lugar de los juegos. Es el espacio dentro del dormitorio destinado al esparcimiento. Allí podría estar el cajón de los juguetes, la pizarra para dibujar y vaya uno a saber cuántas otras cosas divertidas.La pintura de estas figuras llevó su tiempo, básicamente porque más allá de su tamaño, está llena de detalles y muchos colores diferentes. Así que, mejor vayamos por parte. Primero una base de rosa bien claro para la piel de la cara, las manos y las piernas. Después, subimos unos tonos y pasamos al naranja para las distintas zonas de la remera del nene. Con la base color piel ya seca, le apliqué unos detalles en un rosa más oscuro. Por ejemplo, el rubor de las mejillas o la sombra entre los dedos de las manos, el cuello y las piernas. A continuación pasé al vestido de la nena, en este caso en un lila con detalles de sombras, y luego, ya en la gama del celeste, pinté las partes metálicas del triciclo y el pantalón del nene. Siempre dentro de la misma gama de color, pero más tirando al violeta oscuro, pinté las ruedas del triciclo. Con rojo oscuro, tirando a bordó, pinté la parte metálica de las ruedas, el asiento, y el resto de la estructura del vehículo. También usé ese color para el canastito. El asiento de la nena y el guardabarro delantero los pinté en amarillo y con naranja, marrón y negro hice la zapatilla del nene y el pedal.¡Ah!, me olvidaba, el pelo lo pinté con una base de marrón, y luego, encima, le hice algunas vetas en negro y otras en ocre. El toque final fueron los ojos, las cejas, la boca y la nariz de los nenes y algunos brillitos en blanco para iluminar un poco. Ya están listos para salir a pasear…
Ya les conté cómo fue que Fellini llegó a este mural inspirado en dibujos de un ilustrador coreano (ver ¡Último momento!). Bueno, también habrán leído entre los comentarios el reclamo de la “loca de los gatos” por la ausencia de color en el mencionado felino. En síntesis, le llegó la hora al susodicho.Tres pasos tres: Primero pinté las partes de color blanco (la cara, las patas y la punta de la cola). Después fue el turno de la nariz (roja). Finalmente hice el resto del cuerpo y los bordes en color negro. Ah, también está el detalle de la piedra sobre la que está sentado... Pero eso está incluido en el precio.
La pared de la derecha es la que contiene lo que yo denomino el “sector de juegos”. Es decir, así como está el sector de descanso (donde Nehuén va a dormir acunado por la luna, las estrellas y las ovejitas) está, el sector destinado al esparcimiento. Allí, la figura central es una pareja de niños que pasean en triciclo por una loma de arena adornada con un matorral de pasto, espigas y arbustos en forma de corazones.Antes de pintar la figura, tuve que hacer el fondo. A diferencia de otras zonas más sencillas del mural, esta parte me demandó bastante tiempo, esfuerzo y paciencia. Lo primero fue darle a la zona del matorral una base de verde muy clarito para delimitarla y generar un fondo uniforme. Después hice lo mismo con el suelo, pero en este caso aplicando un tono anaranjado con vetas amarillas. Sobre el fondo verde claro, empecé a perfilar los primeros pastos en un verde más oscuro. Poco a poco fui creando más pasto en distintas tonalidades de verde (también use algo de amarillo y un poco de ocre). Para los arbustos en forma de corazones use un verde oscuro en los del fondo y uno más claro en los de adelante y como detalle le apliqué un pequeño brillo blanco en el borde superior. Finalmente, para decorar el conjunto y romper un poco la monotonía del verde, esparcí algunas florcitas de colores en la base del matorral.
Enfrentada a la “casita del corazón” (es decir en la pared de enfrente), se encuentra otra casa: La casa de la montaña. Es una casa más “convencional”, de esas que uno suele dibujar cuando un niño nos dice: “dibujame una casita” (y uno termina dibujando boas abiertas y cerradas). La ubicación de esta casa no es casual. De alguna manera, estas dos paredes contienen los dos aspectos ¿enfrentados? del hombre: el emocional (la casita del corazón) y el racional (la casa de la montaña). En fin, volviendo a la pintura, tampoco aquí hubo demasiada complicación. Paredes blancas y grises, techos azules y celestes, ventanas negras. Sin embargo, hay un detalle llamativo en esta casa. ¿Se animan a descubrirlo?
Hay partes de este mural que, si bien en términos “pictóricos” no son muy sorprendentes, cuentan sin embargo con un alto valor simbólico. Es el caso de la “casita del corazón”. Se trata de una casa-refugio suspendida en el aire (como esas que de niños construíamos en las ramas de los árboles) pero con forma de corazón. Tiene una puerta, una ventanita y una escalera. Se trata de un lugar en el que se esconden, se protegen o se guardan los sentimientos más delicados. Un lugar en el que Nehuén podrá depositar –a buen resguardo- sus más nobles sentimientos, sus anhelos (esos que seguramente va a ir juntando a lo largo de su vida) y, porqué no, sus amores inconfesables. No es un lugar pretencioso, ni se destaca por su vistosidad. Pero es bonito y acogedor. Pintarlo no demandó mucho trabajo. Una base de rojo-anaranjado (con algún detalle en amarillo para marcar el brillo), blanco en el marco de la ventana y rosa en el de la puerta. La escalera es marrón con brillitos en ocre claro. Eso sí, adentro está lleno de lugares secretos, cajoncitos para guardar experiencias y una olla enorme repleta de chocolate caliente para los días de mucho frío.
El denominado “rincón de descanso” (llamado así porque allí va la cuna) cuenta -como dije anteriormente- con un cielo nocturno bañado de estrellas y custodiado por una gran media luna (la que, si todo sale bien, incluirá una sorpresa). Pero, lo más importante de ese sector del mural, son las ovejas. Un pequeño rebaño de siete ovejitas destinadas a conciliar el sueño de Nehuén. El proceso de pintura de las ovejas fue bastante simple, pero llevó su tiempo, porque hubo que hacerlo por “partes” para que no se mezclaran los colores. El primer paso fue darle una base de blanco al cuerpo. Después, llegó el turno del celeste, para dar una sombra en la parte de abajo del cuerpo y para resaltar los copitos de la lana. Finalmente, pinté la cabeza, las patas, la cola y la oreja, con algunos detalles de degradé entre las zonas más claras (luz) y las más oscuras (sombra). Un dato importante: originalmente tenía pensado aplicar el mismo color de “piel” a todas las ovejas (naranja bien claro), pero a medida que las iba pintando, se me ocurrió que podía ser una buena idea hacer algunas con otro color de piel, en parte para que Nehuén vaya aprendiendo de chiquito que es eso de “las diferencias”, y en parte porque la presencia de dos ovejitas con piel de otro color (una es colorada y la otra morena) da lugar a la creación de una historia. Historia que, obviamente, se convertirá en un fantástico cuento de las buenas noches… Ah, permítanme presentarles a las siete ovejas conciliadoras del sueño:
Narcisa
Edelmira
Hortensia
Umbelina
Ermelinda
Nadina
y Leila.
Bueno, y ahora los dejo porque me tengo que ir a dormir.