jueves, 29 de abril de 2010

Y colorín, colorado...

Concluido el trabajo, sólo queda una cosa más por agregar a este espacio: la opinión del destinatario del mural.
Preocupado por saber si había cumplido correctamente con las demandas y expectativas de Nehuén, una vez terminada la tarea le pedí que me diera su parecer sobre el resultado final.
Verborrágico –y sincero- como es, me ofreció una larga devolución en la que hizo marcado hincapié en aquellos aspectos que estaban bien pero podrían haber estado un poco mejor, y señaló, con gran generosidad, que de todos los murales pintados por tíos para sus sobrinos que él había visto en su vida, éste era el mejor.
Pero qué mejor que escuchar todo esto dicho con sus propias palabras. Aquí les dejo a modo de cierre de este blog, el testimonio directo del homenajeado.




PD: Aprovecho este último post para agradecer a todos los conocidos y desconocidos que visitaron y visitan este blog y a todos los que de una manera u otra me acompañaron en esta tarea. Un agradecimiento muy especial para la tía María por su amor inspirador, a los padres del niño por la confianza depositada, la mano de obra aportada y el infinito aguante, y a la abuela Mary por los mates, las charlas y los barquitos.

Inspiración

El niño mira por la ventana
y sus ojos gigantes se posan
sobre el verde del pasto,
intercambian un pestañeo infinito
con las flores silvestres
y se acomodan suavemente
en las esponjosas nubes
de un cielo inacabable.
El niño mira por la ventana
y descubre un mundo a estrenar,
lleno de colores, formas y texturas
a las que habrá de nombrar.
El niño mira por la ventana,
alza su mirada al firmamento
y recorre con el dedo cada una
de las minúsculas estrellas
que acompañan a la luna
en su viaje nocturno.
El niño gira el rostro hacia mi
y en sus ojos profundos
se revelan todos los secretos del universo.
Ahora yo puedo ver lo que ve el niño.
Él me devolvió la mirada.
PD: ¡Feliz segundo cumpleaños, Nehuén!

lunes, 26 de abril de 2010

Panorámica

Aunque dejé registro en este blog de todas y cada una de las partes que integran el mural, ahora que ya está terminado, para despedirme quiero sumar la última imagen de este trabajo. Una vista “panorámica” de las cuatro paredes con el dibujo completo, en foto y en video.
Espero de todo corazón que Nehuén sea muy feliz en su dormitorio nuevo y que se apropie de cada trazo que le regalé. Ahora, el mural es parte de su universo personal. Y yo me siento feliz de compartir con él un pedacito de ese maravilloso mundo.


sábado, 24 de abril de 2010

A la altura de una hormiga

Bueno, bueno, bueno. Llegó la hora de dar forma a los últimos detalles y finalizar esta larga y gustosa aventura. Uno de ellos fue “la fila de hormigas”.
Se me ocurrió pintar, a un costado del árbol una hilerita de hormigas subiendo hacia la copa. La distancia entre cada uno de estos bichitos es de diez centímetros. De esta forma, la fila de hormigas funciona como un medidor de altura para que Nehuén vaya registrando su propio crecimiento.
Ah, un detalle importante: una de estas hormigas lleva sobre sus hombros una carga “sospechosa”. Quizás eso explique su extraña sonrisa.
Otra de las cosas que finalicé fue la copa del árbol. Le pegué unas cuantas ramas con hojas de distintos tonos de verde, hechas con papel afiche e hilo (¡más de cuatrocientas hojitas!, recortadas y pegadas una por una). La idea era seguir la estética en “relieve” del árbol, por eso opté por hacerlo de esta forma en lugar de pintarlas.
Por último, con Ale pegamos la guarda de papel que separa, a lo largo de toda la habitación, la parte superior (el mural) de la parte inferior (celeste) de la pared.
Resta terminar un solo detalle: allí donde se ve el cable blanco colgando, en medio del árbol, va colocada una “casita de pájaro” de madera, que es en realidad un velador que hace las veces de “luz de noche”, para que a Nehuén no lo abrume la oscuridad. Hacia allá vamos entonces… a llevarle la luz al niño.