Después, llegó el turno del celeste, para dar una sombra en la parte de abajo del cuerpo y para resaltar los copitos de la lana.
Finalmente, pinté la cabeza, las patas, la cola y la oreja, con algunos detalles de degradé entre las zonas más claras (luz) y las más oscuras (sombra).
Un dato importante: originalmente tenía pensado aplicar el mismo color de “piel” a todas las ovejas (naranja bien claro), pero a medida que las iba pintando, se me ocurrió que podía ser una buena idea hacer algunas con otro color de piel, en parte para que Nehuén vaya aprendiendo de chiquito que es eso de “las diferencias”, y en parte porque la presencia de dos ovejitas con piel de otro color (una es colorada y la otra morena) da lugar a la creación de una historia. Historia que, obviamente, se convertirá en un fantástico cuento de las buenas noches… Ah, permítanme presentarles a las siete ovejas conciliadoras del sueño:
Narcisa
El, los sueños de la infancia son uno de esos tesoros perdidos que a pocos adultos se nos ocurre salir a recuperar...
ResponderEliminar¡Qué divinas las lanudas! ¡Qué valioso archivo para la memoria de Nehuén! No sólo por el relato de la génesis de esas imágenes en su dormitorio. Sino, más que nada, por la conversación que estás manteniendo con él y por los asuntos sobre los cuales lo estás poniendo al tanto.
Al margen de eso, Narcisa y Leila son mis preferidas!!