Bueno, bueno, bueno. Llegó la hora de dar forma a los últimos detalles y finalizar esta larga y gustosa aventura. Uno de ellos fue “la fila de hormigas”.
Se me ocurrió pintar, a un costado del árbol una hilerita de hormigas subiendo hacia la copa. La distancia entre cada uno de estos bichitos es de diez centímetros. De esta forma, la fila de hormigas funciona como un medidor de altura para que Nehuén vaya registrando su propio crecimiento.
Ah, un detalle importante: una de estas hormigas lleva sobre sus hombros una carga “sospechosa”. Quizás eso explique su extraña sonrisa.
Otra de las cosas que finalicé fue la copa del árbol. Le pegué unas cuantas ramas con hojas de distintos tonos de verde, hechas con papel afiche e hilo (¡más de cuatrocientas hojitas!, recortadas y pegadas una por una). La idea era seguir la estética en “relieve” del árbol, por eso opté por hacerlo de esta forma en lugar de pintarlas.
Por último, con Ale pegamos la guarda de papel que separa, a lo largo de toda la habitación, la parte superior (el mural) de la parte inferior (celeste) de la pared.
Resta terminar un solo detalle: allí donde se ve el cable blanco colgando, en medio del árbol, va colocada una “casita de pájaro” de madera, que es en realidad un velador que hace las veces de “luz de noche”, para que a Nehuén no lo abrume la oscuridad. Hacia allá vamos entonces… a llevarle la luz al niño.
sábado, 24 de abril de 2010
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