Se trata del detalle final del cielo nocturno: la luna y las estrellas. Desde que la descubrió, Nehuén está fascinado por la luna (la de verdad) así que me pareció que no podía faltar una media luna en su mural, justo encima de la cuna, para que pueda verla todas las noches antes de quedarse dormido.
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lunes, 1 de marzo de 2010
Se nos vino la noche
Y ahora sí, llegamos a la última acción de pintura del mural (lo que no significa que el mural esté terminado, porque aún quedan varias sorpresas).
Se trata del detalle final del cielo nocturno: la luna y las estrellas. Desde que la descubrió, Nehuén está fascinado por la luna (la de verdad) así que me pareció que no podía faltar una media luna en su mural, justo encima de la cuna, para que pueda verla todas las noches antes de quedarse dormido.
Acompañando a la luna, están las estrellas. Muchas, muchas estrellas de distintos tamaños e intensidades.
Incluso, sobre el tapa rollo de la ventana, se encuentra una constelación muy particular. Es que seis de las ovejitas nacidas de las burbujas de los chicos, luego de conciliar el sueño del niño, suben nuevamente al cielo para convertirse en estrellas. He ahí la clave de sus nombres… Y una nueva historia para contar antes de irse a dormir.
Nota del Autor: La idea original era agregar a esta luna y las estrellas un poco de pintura fosforescente para que se “encendieran” en la oscuridad. El plan sigue vigente pero estamos a la espera de conseguir la mencionada pintura así que por ahora –como diría Nehuén- las estrellas están “sin pilas”.
Se trata del detalle final del cielo nocturno: la luna y las estrellas. Desde que la descubrió, Nehuén está fascinado por la luna (la de verdad) así que me pareció que no podía faltar una media luna en su mural, justo encima de la cuna, para que pueda verla todas las noches antes de quedarse dormido.
sábado, 13 de febrero de 2010
El cielo, segunda parte
Como les conté en un post anterior, el cielo de este dibujo es todo celeste, salvo en el sector del rincón que forman la pared izquierda y la del frente (la que tiene una ventana). Allí va ubicada la cuna y por eso se me ocurrió que era un buen lugar para convertir el cielo diurno en cielo nocturno y estimular de ese modo el sueño de Nehuén. Por ende, en ese sector, el celeste debía dar paso a un azul cada vez más oscuro (ennegrecido) y para eso era necesario hacer un fundido entre los dos tonos.

Trabajar los fundidos con el acrílico, en la pared y en superficies tan grandes, es muy pero muy complicado. Casi les diría que es la mayor complicación que puede presentar este tipo de pintura. Esto se debe, básicamente, a que es una pintura que seca muy rápido y, por más que uno la diluya con agua, los colores no llegan a fundirse del todo.
Lo que hice fue preparar una base de azul con bastante negro. Empecé a pintar en la parte más alejada del celeste y, sobre la misma pared, a medida que iba llegando a la zona diurna, fui agregándole el celeste del cielo para aclarar el color de la noche. En fin, no obstante ello, creo que la transición entre el día y la noche no quedó tan mal. Imagino que luego, con las estrellas y la luna sobre el cielo, el conjunto va a quedar más atractivo.
Sin embargo, no está nada mal que se note esa especie de lucha por el espacio entre los tonos más oscuros y los más claros. Más tarde o más temprano, Nehuén tendrá que aprender que la vida, entre otras cosas es eso: una constante disputa entre la claridad del día y la oscuridad de la noche.
Lo que hice fue preparar una base de azul con bastante negro. Empecé a pintar en la parte más alejada del celeste y, sobre la misma pared, a medida que iba llegando a la zona diurna, fui agregándole el celeste del cielo para aclarar el color de la noche. En fin, no obstante ello, creo que la transición entre el día y la noche no quedó tan mal. Imagino que luego, con las estrellas y la luna sobre el cielo, el conjunto va a quedar más atractivo.
Sale el sol
Pintar con treinta grados centígrados promedio de sensación térmica, todos los días, no es algo muy placentero, se los aseguro. Diga que uno está lleno de amor por ese mocoso que anda dando vuelta por ahí (o disfrutando de la pileta), y que eso es una brisa fresca para el alma, que sino… Bueno, pero la mención a las altas temperaturas no tiene otra razón que introducirnos en el tema de este post: El sol.
Sí, llegó el turno de pintar el sol. Ese que se asoma tímidamente por detrás de las nubes que ocupan buena parte de la superficie de la pared izquierda del dormitorio. Es un sol convencional. Digamos que respeta los “convencionalismos” del dibujo infantil: un gran circulo amarillo… y punto. Aquí el único detalle para destacar es que, en lugar de pintarlo con un amarillo parejo (como figura en el diseño original), me animé a darle un poco más de “vistosidad” aplicando un sutil degradé de amarillo y blanco. Nada para decir ¡ooooh que barbaridad!, pero igual queda muy lindo.
Nubosidad variable
Después de pintar el celeste del cielo, llegó el turno de las nubes. A simple vista no parece algo muy complicado, ya que son grandes superficies blancas con formas redondeadas.
Sin embargo poseen un detalle importante: unos vivos en tonos celeste y azul que le dan relieve y cierta profundidad. Este detalle fue pintado después que se secó el blanco.

La verdad que el diseño de Jong Bok de las nubes es bien sencillo y esquemático pero visualmente queda muy bonito y no le roba atención al resto del dibujo.
viernes, 12 de febrero de 2010
El cielo, primera parte
Dicen los que saben que hay que empezar a pintar los dibujos por la parte de arriba. De ese modo, si gotea la pintura, no manchamos sobre lo ya pintado. Bueno, pues entonces no quedó más que empezar por el cielo (que es el “arriba” de nuestro mural).
Aclaración técnica: si bien para la mayor parte del trabajo decidí recurrir a la pintura acrílica profesional (en colores azul, rojo, amarillo, blanco y negro… los necesarios para formar todos los demás, y como complemento un marrón y un ocre), para pintar el cielo y parte de las “zonas verdes”, utilicé látex acrílico en colores preparados. Esto se debe a dos razones: por un lado es más económico tratándose de superficies tan grandes, y por otro, el látex acrílico -a diferencia del acrílico profesional- es menos viscoso, por lo que corre con mayor fluidez sin perder capacidad cubritiva.
Volviendo al tema del cielo, básicamente lo que hice fue aplicar un celeste “cielo” (ni muy oscuro, ni muy claro) con excepción de la esquina que forma la pared de la izquierda y la de la ventana (que es el espacio donde va la cuna de Nehuén).


Allí, el cielo se oscurece para dar lugar a la noche. Así que el próximo paso será subirle varios tonos al celeste y crear un fundido para la transición entre el día y la noche.

Aclaración técnica: si bien para la mayor parte del trabajo decidí recurrir a la pintura acrílica profesional (en colores azul, rojo, amarillo, blanco y negro… los necesarios para formar todos los demás, y como complemento un marrón y un ocre), para pintar el cielo y parte de las “zonas verdes”, utilicé látex acrílico en colores preparados. Esto se debe a dos razones: por un lado es más económico tratándose de superficies tan grandes, y por otro, el látex acrílico -a diferencia del acrílico profesional- es menos viscoso, por lo que corre con mayor fluidez sin perder capacidad cubritiva.
Volviendo al tema del cielo, básicamente lo que hice fue aplicar un celeste “cielo” (ni muy oscuro, ni muy claro) con excepción de la esquina que forma la pared de la izquierda y la de la ventana (que es el espacio donde va la cuna de Nehuén).
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