Por tratarse de un paisaje campestre, el mural tiene un alto porcentaje de zonas verdes. El suelo y el fondo, por ejemplo, están dominados casi íntegramente por lomas y montes de pasto.
Para evitar la monotonía y llamar la atención de Nehuén, decidí pintar cada espacio con una tonalidad diferente, sin repetir el color. En algunos casos, como en el del monte sobre el que se ubica la “casita del corazón”, o el del otro más grande, que atraviesa la pared del fondo, donde está la puerta del dormitorio, apliqué un mix de verdes (claro-oscuro) para darle un poco más de relieve y brillo.
También agregué unos arbolitos en el costado de la pared del fondo para rellenar un poco y compensar el vacío del dibujo en esa parte, dado que casi todo ese espacio va a quedar tapado por el ropero.
Finalmente, un detalle a destacar es el borde del monte que está detrás de los chicos que juegan con las burbujas de jabón. A diferencia de los otros montes cuyos bordes son lisos, en éste pinté una terminación de pasto para que quede más delicado.
En síntesis, el verde llevó más tiempo (y esfuerzo) del que me imaginaba. Fueron varias jornadas de trabajo dedicadas casi exclusivamente a pintar esto, pero al final quedó bastante vistoso. Eso sí, no vuelvo a pintar “pastito” en los próximos veinte años ni aunque me paguen.
martes, 16 de febrero de 2010
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