miércoles, 10 de febrero de 2010

Tiza e hilo

Antes de empezar a dibujar sobre la pared, Ale se encargó de darle una base de pintura látex para interiores. A la parte superior, donde va a ir pintado el mural, le dio una mano de blanco con fijador para tener una base neutra y evitar que la pared absorba demasiada pintura acrílica. A la parte inferior (la que va a estar más expuesta a los toqueteos del dueño de la habitación), le aplicó una mano de color celeste que, una vez finalizado el mural, va a reforzar con una segunda mano de látex del mismo color.
El primer asunto a resolver fue cómo llevar a cabo el trazado de la cuadrícula en la pared. En el papel fue fácil, ya que con una regla y un lápiz (o, cómo fue mi caso, una birome roja) alcanzó. Pero cuando se trata de trazar líneas paralelas de entre 1,5 y 4 metros de largo… ahí te quiero ver. La mejor solución que encontré (y que, ciertamente, me animo a recomendar), es la utilización de un “tiralíneas” de fabricación casera. ¿Cómo se hace? Anote señora que aquí va la receta.
Ingredientes: tiza azul-celeste (sí, de esa que usan las maestras en la escuela para señalar el predicado en una oración); hilo de albañil (el que se emplea para atar la plomada o para demarcar superficies); un recipiente con agua y un mortero. Procedimiento: Triture una o dos tizas en el mortero hasta convertirlas en polvo bien finito. Meta el polvo (con perdón de la expresión) en el recipiente con un poquito de agua, la suficiente como para hacer una pasta más bien tirando a líquida. Finalmente tire el hilo (en mi caso de unos 4 metros de largo) en el recipiente y embadúrnelo bien embadurnado con el menjunje azul que acaba de fabricar. Listo, ya tiene un práctico y baratísimo tiralíneas. Con la ayuda de Ale, y luego de hacer las marcas correspondientes, en unos cuantos minutos tuvimos la cuadrícula dibujada en las cuatro paredes. Bastó con sostener el hilo bien tirante desde sus dos extremos, apoyándolo levemente en la pared para luego pellizcarlo del medio (como si fuera la cuerda de una guitarra) haciendo que impacte contra la superficie y deje la línea marcada con tiza.
Con la cuadrícula terminada, lo siguiente fue proveerse de mucha paciencia y poquito a poco ir copiando el dibujo del papel en la pared, cuadrito por cuadrito para mantener la proporcionalidad del original. Para dibujar usé la misma tiza azul pero esta vez sin mojar. Así puedo obtener un trazo de referencia fácilmente tapable con el color a la hora de pintar.
Si bien este método (digo, el de la cuadrícula) me simplificó muchísimo la realización de un dibujo tan extenso, lo cierto es que cuando llegué a la parte de las figuras de los nenes (que son más grandes y complejos), tuve que re-cuadricular la zona con divisiones más pequeñas porque de otro modo mantener la proporcionalidad se me tornaba muy difícil.
Así y todo, la fase de dibujo en las cuatro paredes (más el cuadriculado previo) me llevó dos jornadas completas de trabajo. Algo así como unos 2.5 metros cuadrados por hora... Incluyendo las pausas para tomar mate, obviamente.

2 comentarios:

  1. Novalis escribió algo así como que un niño es un amor que se hizo evidente... No sé si la hipótesis le cierra a todos los niños engendrados. Lo que sí sé es que Nehuén no sólo es el destinatario de ese mural. Antes que eso, el amor recíproco entre el tío y el sobrino inspiró —en un círculo sin principio ni final— esas imágenes y estos textos que las cuentan.
    A lo largo de la vida, las personas experimentamos amores inolvidables, efímeros, turbulentos, reparadores... De entre todos esos tipos, el amor en diagonal que profesamos los tíos y los sobrinos es de los más nutritivos y perdurables...
    Preciosa iniciativa. Precioso amor.
    m.

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