sábado, 27 de febrero de 2010

Comic Relief (IV)

Varias semanas de trabajo en el mural han dejado como saldo unas cuantas manchas por acá, algunos papeles sucios por allá, y un montón de pinceles y pomos de pintura desparramados por todos lados. Motivado por este desorden generalizado, Nehuén decide pasar a la acción…

jueves, 25 de febrero de 2010

Burbujas mágicas

Sobre la pared de la izquierda se encuentra otra pareja de niños, en este caso una nena y un nene más chico jugando con burbujas de jabón. En realidad son unas burbujas “mágicas”, ya que al elevarse hacia el cielo, se convierten en ovejitas. Otra particularidad de estos niños es que (si se fijan bien lo van a notar) el nene que maneja el triciclo en la pared de enfrente, aquí está en una versión de menor edad, mientras que la niña que en esta pared está haciendo las burbujas, es la misma –pero más joven- que está sentada en el asiento trasero del triciclo.
Pero bueno, mejor dejemos de lado estos detalles y pasemos a describir el proceso de pintura.
Como en el caso anterior, lo primero es la base rosa claro para la piel de los nenes.
Después pasé a la ropa. Naranja para la remera del nene…
…y lila para el vestido de la nena. El vaso y la boquilla los pinté en la gama del azul con claritos celestes.
Dentro del mismo color pero en un tono más oscuro, pinté el pantaloncito del nene. Para los cabellos de ambos personajes realicé el mismo procedimiento que en las figuras anteriores: marrón de base y vetas en negro y ocre.
Un detalle importante (diría ¡fundamental!): Las burbujas.
Difícil hacerlas visibles siendo que básicamente son transparentes y encima están ubicadas sobre un fondo blanco. ¿Solución? Un poco de azul claro para darles la forma y en el interior apenas un poco de color bien aguado.
Por último, unos cuantos detalles aquí y allá (la boca del nene, los elementos de las caras, sombras y luces en algunos lugares) y listo. Dos niños felices (tres, contando al destinatario del dibujo) en plena faena creativa.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Un paseo en triciclo

La pared de la derecha tiene como motivo central una pareja de chicos andando en triciclo. La presencia de estos niños inmersos en esa acción indica que ése sector es el lugar de los juegos. Es el espacio dentro del dormitorio destinado al esparcimiento. Allí podría estar el cajón de los juguetes, la pizarra para dibujar y vaya uno a saber cuántas otras cosas divertidas. La pintura de estas figuras llevó su tiempo, básicamente porque más allá de su tamaño, está llena de detalles y muchos colores diferentes. Así que, mejor vayamos por parte.
Primero una base de rosa bien claro para la piel de la cara, las manos y las piernas. Después, subimos unos tonos y pasamos al naranja para las distintas zonas de la remera del nene.
Con la base color piel ya seca, le apliqué unos detalles en un rosa más oscuro. Por ejemplo, el rubor de las mejillas o la sombra entre los dedos de las manos, el cuello y las piernas.
A continuación pasé al vestido de la nena, en este caso en un lila con detalles de sombras, y luego, ya en la gama del celeste, pinté las partes metálicas del triciclo y el pantalón del nene. Siempre dentro de la misma gama de color, pero más tirando al violeta oscuro, pinté las ruedas del triciclo.
Con rojo oscuro, tirando a bordó, pinté la parte metálica de las ruedas, el asiento, y el resto de la estructura del vehículo. También usé ese color para el canastito. El asiento de la nena y el guardabarro delantero los pinté en amarillo y con naranja, marrón y negro hice la zapatilla del nene y el pedal. ¡Ah!, me olvidaba, el pelo lo pinté con una base de marrón, y luego, encima, le hice algunas vetas en negro y otras en ocre.
El toque final fueron los ojos, las cejas, la boca y la nariz de los nenes y algunos brillitos en blanco para iluminar un poco. Ya están listos para salir a pasear…

lunes, 22 de febrero de 2010

Interludio cinematográfico

Algunos dirán que se trata de un documental. Otros, se inclinarán por el género de ficción. Lo cierto es que el niño no para de regalarme grandiosos momentos que, como en este caso, son literalmente “de película”.

Una gata compañía

Entre las muchas sorpresas que me podía deparar la pintura del mural, juro que ésta es la que menos me esperaba (sobre todo porque quienes me conocen, saben que no suelo hacer buenas migas con los animales).
Resulta que en la casa de Nehuén hay tres gatos: uno es blanco, el otro es negro y el tercero manchado. ¿Cómo se llama este último? ¡Manchita! (y sí, no vamos andar derrochando originalidad en el nombre de un gato, ¿no?).
En rigor de verdad “Manchita” es una gata. Pues bien, lo cierto es que, aunque Manchita y yo nunca tuvimos un trato muy cercano, desde el primer día en que comencé a pintar el mural, la tipa se instaló en la habitación y sin decir ni miau, me hizo compañía durante todas estas jornadas de trabajo. Cuando yo llego, entra conmigo al dormitorio, se sube al sillón que hay allí y, desde ese lugar, mira cómo trabajo. Cada tanto me reclama un mimo, es cierto, pero no más que eso. En fin, ustedes dirán “es una estupidez”, pero qué quieren que les diga, que en medio de un trabajo de pintura se me instale en la sala una gata que se llama “manchita”,
a mí me parece otra de las geniales ironías del destino.
Vaya entonces con este post, mi humilde pero sentido homenaje al multicolorido felino por su atenta, paciente -y condescendiente- mirada sobre mi trabajo.

PD: Este post está especialmente dedicado a mis amigas Nora, Victoria y a sus dos "hijos".

El gato Fellini

Ya les conté cómo fue que Fellini llegó a este mural inspirado en dibujos de un ilustrador coreano (ver ¡Último momento!). Bueno, también habrán leído entre los comentarios el reclamo de la “loca de los gatos” por la ausencia de color en el mencionado felino. En síntesis, le llegó la hora al susodicho. Tres pasos tres: Primero pinté las partes de color blanco (la cara, las patas y la punta de la cola).
Después fue el turno de la nariz (roja).
Finalmente hice el resto del cuerpo y los bordes en color negro.
Ah, también está el detalle de la piedra sobre la que está sentado... Pero eso está incluido en el precio.

domingo, 21 de febrero de 2010

Comic Relief (III)

Estamos llegando a las instancias finales del mural. Más del cincuenta por ciento del trabajo está terminado. Sin embargo, aún quedan decisiones muy importantes por tomar y para eso, qué mejor que recurrir a la única voz autorizada: Nehuén. De su elección depende la continuidad del trabajo…

El sector de juegos

La pared de la derecha es la que contiene lo que yo denomino el “sector de juegos”. Es decir, así como está el sector de descanso (donde Nehuén va a dormir acunado por la luna, las estrellas y las ovejitas) está, el sector destinado al esparcimiento. Allí, la figura central es una pareja de niños que pasean en triciclo por una loma de arena adornada con un matorral de pasto, espigas y arbustos en forma de corazones. Antes de pintar la figura, tuve que hacer el fondo. A diferencia de otras zonas más sencillas del mural, esta parte me demandó bastante tiempo, esfuerzo y paciencia.
Lo primero fue darle a la zona del matorral una base de verde muy clarito para delimitarla y generar un fondo uniforme.

Después hice lo mismo con el suelo, pero en este caso aplicando un tono anaranjado con vetas amarillas.
Sobre el fondo verde claro, empecé a perfilar los primeros pastos en un verde más oscuro.
Poco a poco fui creando más pasto en distintas tonalidades de verde (también use algo de amarillo y un poco de ocre).
Para los arbustos en forma de corazones use un verde oscuro en los del fondo y uno más claro en los de adelante y como detalle le apliqué un pequeño brillo blanco en el borde superior.
Finalmente, para decorar el conjunto y romper un poco la monotonía del verde, esparcí algunas florcitas de colores en la base del matorral.

La casa de la montaña

Enfrentada a la “casita del corazón” (es decir en la pared de enfrente), se encuentra otra casa: La casa de la montaña. Es una casa más “convencional”, de esas que uno suele dibujar cuando un niño nos dice: “dibujame una casita” (y uno termina dibujando boas abiertas y cerradas).
La ubicación de esta casa no es casual. De alguna manera, estas dos paredes contienen los dos aspectos ¿enfrentados? del hombre: el emocional (la casita del corazón) y el racional (la casa de la montaña).

En fin, volviendo a la pintura, tampoco aquí hubo demasiada complicación. Paredes blancas y grises, techos azules y celestes, ventanas negras.
Sin embargo, hay un detalle llamativo en esta casa. ¿Se animan a descubrirlo?

sábado, 20 de febrero de 2010

Comic Relief (II)

El trabajo va marchando y cada vez queda menos por hacer. No puedo negar el cansancio que me invade después de cada jornada de pintura, pero Nehuén no deja de visitarme todo el tiempo y está muy atento a lo que hago en la pared, con lo cual imagino que está contento con el trabajo del tío. A veces creo adivinar la intención de querer comunicarme algo en relación al dibujo, pero como todavía no habla, no se muy bien qué es lo que me quiere decir. Espero que lo que está viendo sea de su agrado, y sino, supongo, me lo hará saber de algún modo.

La esquina del corazón

Hay partes de este mural que, si bien en términos “pictóricos” no son muy sorprendentes, cuentan sin embargo con un alto valor simbólico. Es el caso de la “casita del corazón”. Se trata de una casa-refugio suspendida en el aire (como esas que de niños construíamos en las ramas de los árboles) pero con forma de corazón. Tiene una puerta, una ventanita y una escalera. Se trata de un lugar en el que se esconden, se protegen o se guardan los sentimientos más delicados. Un lugar en el que Nehuén podrá depositar –a buen resguardo- sus más nobles sentimientos, sus anhelos (esos que seguramente va a ir juntando a lo largo de su vida) y, porqué no, sus amores inconfesables. No es un lugar pretencioso, ni se destaca por su vistosidad. Pero es bonito y acogedor. Pintarlo no demandó mucho trabajo. Una base de rojo-anaranjado (con algún detalle en amarillo para marcar el brillo), blanco en el marco de la ventana y rosa en el de la puerta. La escalera es marrón con brillitos en ocre claro.
Eso sí, adentro está lleno de lugares secretos, cajoncitos para guardar experiencias y una olla enorme repleta de chocolate caliente para los días de mucho frío.

jueves, 18 de febrero de 2010

Contando ovejitas

El denominado “rincón de descanso” (llamado así porque allí va la cuna) cuenta -como dije anteriormente- con un cielo nocturno bañado de estrellas y custodiado por una gran media luna (la que, si todo sale bien, incluirá una sorpresa). Pero, lo más importante de ese sector del mural, son las ovejas. Un pequeño rebaño de siete ovejitas destinadas a conciliar el sueño de Nehuén. El proceso de pintura de las ovejas fue bastante simple, pero llevó su tiempo, porque hubo que hacerlo por “partes” para que no se mezclaran los colores. El primer paso fue darle una base de blanco al cuerpo.
Después, llegó el turno del celeste, para dar una sombra en la parte de abajo del cuerpo y para resaltar los copitos de la lana.
Finalmente, pinté la cabeza, las patas, la cola y la oreja, con algunos detalles de degradé entre las zonas más claras (luz) y las más oscuras (sombra).
Un dato importante: originalmente tenía pensado aplicar el mismo color de “piel” a todas las ovejas (naranja bien claro), pero a medida que las iba pintando, se me ocurrió que podía ser una buena idea hacer algunas con otro color de piel, en parte para que Nehuén vaya aprendiendo de chiquito que es eso de “las diferencias”, y en parte porque la presencia de dos ovejitas con piel de otro color (una es colorada y la otra morena) da lugar a la creación de una historia. Historia que, obviamente, se convertirá en un fantástico cuento de las buenas noches… Ah, permítanme presentarles a las siete ovejas conciliadoras del sueño:

Narcisa

Edelmira
Hortensia
Umbelina
Ermelinda
Nadina
y Leila.

Bueno, y ahora los dejo porque me tengo que ir a dormir.

martes, 16 de febrero de 2010

Interludio veraniego

He aquí la razón de esta locura.
Mientras él se refresca en la pileta, yo me refresco con su sonrisa.

Verde que te quiero ver

Por tratarse de un paisaje campestre, el mural tiene un alto porcentaje de zonas verdes. El suelo y el fondo, por ejemplo, están dominados casi íntegramente por lomas y montes de pasto.
Para evitar la monotonía y llamar la atención de Nehuén, decidí pintar cada espacio con una tonalidad diferente, sin repetir el color. En algunos casos, como en el del monte sobre el que se ubica la “casita del corazón”, o el del otro más grande, que atraviesa la pared del fondo, donde está la puerta del dormitorio, apliqué un mix de verdes (claro-oscuro) para darle un poco más de relieve y brillo.
También agregué unos arbolitos en el costado de la pared del fondo para rellenar un poco y compensar el vacío del dibujo en esa parte, dado que casi todo ese espacio va a quedar tapado por el ropero.
Finalmente, un detalle a destacar es el borde del monte que está detrás de los chicos que juegan con las burbujas de jabón. A diferencia de los otros montes cuyos bordes son lisos, en éste pinté una terminación de pasto para que quede más delicado.
En síntesis, el verde llevó más tiempo (y esfuerzo) del que me imaginaba. Fueron varias jornadas de trabajo dedicadas casi exclusivamente a pintar esto, pero al final quedó bastante vistoso. Eso sí, no vuelvo a pintar “pastito” en los próximos veinte años ni aunque me paguen.

sábado, 13 de febrero de 2010

El cielo, segunda parte

Como les conté en un post anterior, el cielo de este dibujo es todo celeste, salvo en el sector del rincón que forman la pared izquierda y la del frente (la que tiene una ventana). Allí va ubicada la cuna y por eso se me ocurrió que era un buen lugar para convertir el cielo diurno en cielo nocturno y estimular de ese modo el sueño de Nehuén. Por ende, en ese sector, el celeste debía dar paso a un azul cada vez más oscuro (ennegrecido) y para eso era necesario hacer un fundido entre los dos tonos.
Trabajar los fundidos con el acrílico, en la pared y en superficies tan grandes, es muy pero muy complicado. Casi les diría que es la mayor complicación que puede presentar este tipo de pintura. Esto se debe, básicamente, a que es una pintura que seca muy rápido y, por más que uno la diluya con agua, los colores no llegan a fundirse del todo.
Lo que hice fue preparar una base de azul con bastante negro. Empecé a pintar en la parte más alejada del celeste y, sobre la misma pared, a medida que iba llegando a la zona diurna, fui agregándole el celeste del cielo para aclarar el color de la noche. En fin, no obstante ello, creo que la transición entre el día y la noche no quedó tan mal. Imagino que luego, con las estrellas y la luna sobre el cielo, el conjunto va a quedar más atractivo.
Sin embargo, no está nada mal que se note esa especie de lucha por el espacio entre los tonos más oscuros y los más claros. Más tarde o más temprano, Nehuén tendrá que aprender que la vida, entre otras cosas es eso: una constante disputa entre la claridad del día y la oscuridad de la noche.