Tal como anticipé en una de las primeras entradas de este blog (ver A dibujar se ha dicho), justo en la mitad del mural, ubicado en una de las esquinas de la habitación, se encuentra un gran árbol que divide en dos partes el dibujo. A diferencia del resto, el árbol no sólo va pintado sobre la pared, sino que también decidí darle relieve y textura a su superficie para hacerlo más llamativo y para que Nehuén pueda “sentir”, además de ver, su presencia.
El plan original consistía en aplicar sobre la pared una mezcla de pasta de yeso para elevar la superficie del dibujo, y pasta de papel maché para trazar, en relieve, las protuberancias del tronco. Pues bien, todo fue “viento en popa” hasta que, al día siguiente de aplicado el material (es decir, cuando se empezó a “secar”), la realidad me anotició de lo errado que había sido mi plan.
Por un lado, la mezcla no se había pegado correctamente a la pared, con lo cual, en algunas zonas del árbol el material se despegaba fácilmente. Y por otra parte, el yeso de la superficie, al secarse, empezó a resquebrajarse produciendo grandes grietas que arruinaban estéticamente el diseño.
Conclusión: el primer intento de creación del árbol fue un fracaso total y me vi en la obligación de sacar todo el material que había puesto en la pared, para rehacer de cero el trabajo pero, esta vez, con una “formula” diferente.
Allá vamos entonces, a “plantar” nuevamente el bendito árbol…
sábado, 13 de marzo de 2010
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